Entona un canto….
Que no te tumben las falsas compañías ni las glorias de tus hazañas, cantadas de sus bocas. Solo son auroras divinas que un día escribieron , o que escribirán, sus epitafios en centenares de líneas creadas a partir de ti y de tus tiras de piel acumuladas por años de exceso y autodestrucción; Y que hoy, un día bajo la marca de una madrugada de tormenta, recuerdan lo que has sido tras un telar de niebla , bajo los voraces truenos que retumbaban dentro de tu hogar-útero .La posición fetal era el miedo, seguro, pues no lo recuerdo , pero lo que sí puedo es arrastrar la sensación en una tonada y convertirlo en verdad, acida de la autovergüenza y del odio de ser persona, y decir tras un vendaval de frases desnudas ,y letras que sueñan ser tatuadas en musas de torso desnudo…
He creído tener… por lo tanto he perdido.
He creído perder… por lo tanto algo he tenido.
No quiero que bocas se cierren todavía, no quiero que ojos queden huecos, se estrechen, y se lleven mi sombra entre las pestañas.
Pues esto que redacto no es algo triste…
No es la flagelación de costumbre a la que se me ve constantemente. No es la posición del cobarde….
No es la autocompasión que hiere mi sistema con su jodida adicción. No, pero es cierto que algo de todo esto necesito para enfadar mi orgullo, que se quemen mis entrañas como las colillas mal apagadas de malas noches, y me haga hincar los dientes sobre la acera, esquivando ese eterno camino de baldosas amarillas.
Es lo que me hace ser como soy… pero esta vez prescindiré de ello.
Como ya dije, esta vez me alzo o me siento ante vosotros para conmemorar una fecha de asquerosa felicidad.
Me llama la atención e incluso creo que la lisergia invade mis planos de cámara, cuando veo el miedo al futuro, el avance de ese maestro llamado Cronos.
Yo trato este día con nostalgia, con fotogramas antiguos que pasan una y otra vez de veintinueve años de imágenes, que hoy por hoy tan solo son manchas borrosas acompañadas del incesante resonar de un eco escarmentado.
Rememoro, entristezco y en la misma gota de mercurio , que simboliza ese factor llamado tiempo, aprendo que nunca es la última vez en que Soledad volverá. Pegara un portazo, se sentara sobre tus rodillas, desgarrando la desconfianza y la culpa, y te otorgará lo peor que una mujer te puede dar…. Su silencio.
Volverán las miradas talladas entre juicios, veras todas sus tonalidades desde el dorado de la compasión hasta el gris neblina de ese orgullo tan odiado de ver como este ignorante Ícaro, con sangre en la boca y con los dedos absolutamente ennegrecidos de las brasas, se acerca a soles cada día más abstractos.
Cierto que cada uno de estos infiernos aparecerán más de una vez en tu vida, se repetirán hasta que ciertas mañanas no quieras ni levantarte y pedirán que ofrezcas lo mejor de ti; lo que aprendiste en estos 29 años, solo así sabrás si realmente estás hecho para sufrir o para violar y hacer sufrir a la mismísima inspiración. Solo así sabrás a que sabe la sangre y cuál es el color de los ojos más sinceros… un color solo apreciable cuando son capaces de mirarte de frente.
Has de hacer de cada estrella una supernova capaz de aniquilar por combustión cualquier falsa sensación de las que te rodean y salpicar las hojas que guardas apiladas y alguna que otra blusa que luego pueda quitarse…
Eso me dicen los ojos de alguien que me observa mientras escribo en la mesa del salón y que me sonríe cuando me ve al otro lado del sofá combatiendo con mi mala caligrafía…
Luego vendrá el beso…
Más tarde la Caricia…
Y después de todo esto quedara ese duelo en el desierto de tu condición… Hoja contra Pecho.
Siempre es lo mismo… Un cosmos violento colisionando en silencio desde el lado más frio de la cama. Desde ese lugar infecto de culpa y del “siempre podemos hacerlo mejor”. Ese autómata condenado a regenerarse una y otra vez bajo sus profecías ignoradas, como las de Casandra, y que poco efecto provoca. Ahí viene la reconciliación entre la duda y a palabra.
Año tras año escribo un testamento… Día tras día grabo otro surco con las uñas, cada vez mas desgastadas, en algún lugar donde no se aprecie el cambio de conducta, ni donde se vea esa fogata de fuego azul que arde con mis esperanza y sueños, volátiles y cambiantes.
Un día como hoy… el hijo del texto abrió la boca para alimentarse del oxigeno que le rodeaba y un llanto fue el primer verso. Mientras, la lluvia chocaba contra los cristales del hospital.
Visto lo visto… Las cosas no cambian tanto… ¿verdad?