domingo, 19 de septiembre de 2010

30 años de cuento de hadas



Reparte tu aliento

en mi sistema

Dama de cuento.

Dota de suave melodía

mi tenue canto,

siendo luz y movimiento.

Eres Fabula libre,

impresa en las retinas

de este que te escribe;

alojada entre los dedos

de este que se desvive

por alojarse en los espacios

de tus ojos topacio

y ser esclavo de tu desvelo.

Muéstrame páginas

retratadas en treinta años…

Nárrame treinta más...

o los que sean necesarios

Leeré tu rostro en Braille,

ya sabes cómo soy…

nunca me canso de acariciarlo.

Si me sonríes…

Serás mi Cenicienta.

Pagaras la afrenta

del crimen de tu sonrisa,

acompañándome al baile.

Cuando no mire nadie,

te besaré y, susurrando, pediré

que te dejes en la cama

los zapatitos puestos.

Mi traje… Tu vestido…

Tan solo es peso muerto

que nos separa horas de

de compartir la misma almohada

y el mismo firmamento.

Ese cuyas coordenadas

dejas impregnadas en el vaho

de los cristales de mis gafas.

Ese que se traduce en mi latido

Y se refleja en tu mirada.

Tú en las garras de la Bestia

pero Bella… ¿Qué esperabas?

Ser de leyenda…

Reina hechizada…

Por mucho que pasen los años…

Y que vuelva el frio a las ventanas…

Serás la niña eterna,

esa que sueña a mi lado,

jugando en mi mundo de hadas.


(Felicidades Natalia)

miércoles, 8 de septiembre de 2010

¿Donde has estado? ( Las coordenadas que sugieren tus lunares)


“¿Dónde has estado?”

Creo que reuniendo costras de recientes e inmerecidas heridas… Aprendiendo del dolor aún fresco y de los estigmas simplemente cauterizados con ligeros soplidos, de aquel que no desea acercarse.
Buscando la tinta caprichosa y las razones por las que estas manos deban torturar los virginales sentidos, los disecados parpados, de aquellos valientes que se tomaron las molestias y el tiempo necesario de leerme y prestar atención a los pequeños pentagramas que conforman la banda sonora de mis desventuras, de mi tenue concepto de realidad y de alguna que otra luz apagada de alguna que otra noche que no me atrevo a recitar.

Quizás estuve de luto.

Quizás estuve plantado ante el difunto esperando que este se levantara bajo el mismo Sol abrasador de verano que tanto odio y tanto abrasa mi espalda. Guardando la esperanza en vano ante un rostro escarmentado, pero indiferente, tratando de atisbar una reacción correcta, un movimiento simple como asentir con la cabeza, un guiño, un ligero soplido. Esperando inútilmente a que la ola de calor pase… No solo no pasó… sino que hirvió e incineró todo lo cultivado con paciencia, frenó los pasos y al mismo tiempo destrozó las huellas y marcas del asqueroso camino ya recorrido…
A lo mejor estuve tratando de comprender esta época , que poco a poco , fue tejiendo su manto de oscuridad, que fue oxidando nuestra fe como el hierro frío que a día de hoy representa en que se convirtió nuestro universo. Un universo decorado con fuegos fatuos, que apenas conservan resplandor, que giran alrededor del eje de lo soñado, de lo escarmentado de lo intolerablemente amasado por unas manos estáticas y endurecidas. Todo el cosmos quedó esparcido en pequeños cristales, casualidades, fingidos deseos y mentiras en igual medida. Quizás estuve lamiendo el suelo más de lo necesario. Quizás mi lengua se arruinó de tanto tratar de eliminar las pruebas de crímenes imperecederos… Más tiempo del necesario… hasta que mis labios fueron una parte del mismo suelo. Recobré el olvido… y creé un abismo entre mis voces y el inútil recordar.

Puede ser que haya estado todos estos meses recuperando el sueño extraviado y refugiando mis latidos y mis actos en las únicas manos que me alzan, esas que acarician mi verdadera forma sin el terror helado que produce, mi presencia y mi verborrea, en ciertos organismos. Acariciando mis crines, puliendo mi lomo, mordiendo mi cuello. Jugando con lo que soy y esperanzadas de lo que creen que llegaré a ser… recordándome que mi verbo se hizo carne. Estuve todo este tiempo acurrucado entre sus muslos, sudando y repitiéndola que nunca aflojé su presión sobre mí porque he desarrollado la necesidad a sentirme preso, aunque mis falsas alas se desintegren y el calor invada mi calma, aunque el sudor y mis ojos escocidos me haga solamente notarlos mediante la delgada capa que describe mi tacto.

Siempre supe leer ese cuerpo en Braille transformando mi pecho en ese paraíso artificial que a día de hoy se extiende por cada poro, cada hueso, cada extremidad. Siempre me consideré guardián de su cuerpo cuando mi reina duerme, retirando el pelo de su rostro , cuando busca en mi esa energía que la protege las noches en las que aún nos quedan estrellas por contar y susurros que adornar en nuestros oídos Noches solo nuestras ,creadas en nuestro lecho, olvidándonos de todo y todos los demás…. Sabemos que no se merecen haber construido falsos castillos a partir de los restos que dejamos en las ascuas de nuestras acciones. ¿Qué nos importa el resto teniéndonos el uno al otro? … Su suciedad solamente nos recuerda el brillo que debemos ser capaces de crear en nuestras caricias.

“Entonces… ¿por qué has vuelto?”

Porque siempre habrá tiempo para huir y ya me acostumbré al sabor de las heridas.