Permíteme equilibrar la batalla con la leve señal del
resentimiento latiendo en la agrietada frente. Y escupir en suelos cuasi sagrados…
De enemigo es la estampa que llevo encima. No importa todo
lo que te laves , con aguas de cien llantos y una carcajada, ni lo mucho que
fustigues los retratos desenfocados.
Ya has mostrado todo el chasis de tus estúpidas ideas y has
dejado parte de tu carne y tiempo en alimentar a quienes ahora se alzan de
nuevo, a quienes buscaban evadirse, a quienes les parecía que una letra tan
solo es eso, una letra… Todos poco a poco han desarrollado su propio odio y el
más primitivo acto de supervivencia les ha hecho caer en el tan humano egoísmo,
han tejido en murales de nostalgia y soledad en sus cabezas mientras caminaban,
cuando se levantaban, cuando se acostaban… cuando un simple soplo de aire les
hacia respirar. Todos conocen tu forma de actuar y lo que pasa por tu cabeza es
explicado en estas torpes líneas. Todos te conocen. Y tú a ellos recién empiezas
a conocerles.
Y hay que saber cuándo parar… Hay que saber cuándo retirarte
a tiempo pues no es bueno retocar la realidad más de lo debido. Has de saber cuándo
soltar el bolígrafo, cuando dejar de machacar las teclas del teclado, cuando
guardar silencio. Sssssss… ahora callaré los tabúes, las palabras prohibidas,
aquello que no quieren escuchar… SSSsss… no debo perturbar su sueño. Ya se
crecieron lo bastante como para que eso les interese, ya se alimentaron
suficiente de tus miedos.
Rompo una hoja y con las letras que habitan en él
reconstruyo como un dios loco el dicho
oriental: “Si amas algo déjalo volar libre si vuelve a ti…”. Y es cuando todo
cambia, cuando unas letras suplantan a otras, cuando sustituyendo las que habían
de estar a continuación puede leerse: “…será que necesita recordar lo que es
temer y odiar”.
Acabo vestido de Mefisto
Irán cayendo las hojas… una a una…
… Hoy más que nunca…
Brun solo es, y será, un recuerdo.