Deja de mirarme, ser de carne…
Deja de acunarme en el pálido favor de tus sentidos;
Pues no sabes lo
que soy, ni siquiera eres capaz de imaginar a lo que me veo forzado ante la
atención desmedida, desmerecida… y fuera de toda parcela de tiempo y espacio.
Deja de mirarme, mortal…
Pues yo estoy muy por debajo de las cosas que se marchitan y
mueren… Pues vivo del recuerdo y soy coleccionista de las frases más amargas,
las heridas más sangrantes, las creadas
en más de una noche de desacuerdo y de renuncio a lo físico. Todo esto me dota
de algo parecido a la vida y así conservo toda esencia en animación suspendida.
Soy homúnculo de un pasado decorado entre sangre y los
pinceles improvisados de cada una de tus pestañas.
Soy un cuadro al fondo del pasillo, un autorretrato de las
desgracias y las amistades fingidas, de torpes
trazos que dan los niños cuando se cansan del juguete … y lo rompen, lo apilan …
dejan que el oxigeno haga su trabajo y el anaranjado manto de la oxidación tapa
de manera intima la desnudez y crea las arrugas del devenir.
Soy ficción de las noches menos recomendables para soñar.
Soy sueño de una Luna que todavía se pasea por los horizontes,
de una ciudad ahumada, con camisón.
Deja de mirarme…de reojo…
Deja de mirarme, vista torpe…
Deja de apoyarme en tu cristalino… que no sé donde está la
salida y en mi cautiverio debo desgarrar la piel para salir… y no soy escapista
muy hábil ni muy delicado.
Quien iba a decirme que después de tanto tiempo… que una
sonrisa cortaría como el más cortante de los puñales. Quien me iba a confesar
que ante un leve temblor se esconde una bandeja de plata tallada a partir de
cada una de las palabras y rencores.
Deja de mirarme… Pues tú te alejas…. y a mí me quedan apenas
fuerzas para mantener el parpado petrificado y no crear ese oscuro telón que convierte cada
milésima en una eternidad. No es justo…
Muerte, deja de mirarme.