miércoles, 11 de noviembre de 2009

Cuando las piedras hablan

La ciudad duerme.

La tranquilidad no se ve ni tan siquiera violada por el sonido, del tacto que crea la goma, de los coches acariciando el oscuro asfalto. Todo queda entre una opresora atmosfera anaranjada y una fina, y cristalina, cortina de vapor de agua que aparece impregnando los cristales. La ciudad por fin respira ... Por fin puede convertirse en el mismo espíritu de la quietud, puede ponerse su manto de falsas estrellas y humos contaminantes, danzando sin sentir vergüenza porque pocos ojos están vigilando sus torpes, pese a llevar un tiempo incontable practicando, movimientos de baile. El Sol se ha ido, la luz no daña ni hace entrecerrar los ojos. Puede vestirse con su mejor traje, ese que guarda para las mejores ocasiones. Pero todos los días existe una ocasión para vestirse de noche .

La ciudad respira... Y haciendo uso de cada acera vacía, coloca como una niña traviesa el oído en cada esquina, en cada muro, y muy atenta oye lo que dicen las piedras. Escucha y graba en su frágil memoria cada hecho, cada historia, cada fabula y leyenda que se perdió cuando a la mañana andaba tan dormida. Se convierte en una testigo fortuita, y lo más importante, en una testigo muda que es capaz de guardar el mayor de los secretos, que nunca confesará el mayor de los pecados, porque como si de hojas de una libreta olvidada se tratasen, arranca todas las hojas para mañana escribir una nueva madrugada, una nueva crónica de almohadas y parpados desactivados. Se acerca a las ventanas para ver los inmoviles cuerpos cubiertos de sus mortajas temporales, las mentes que ausentes descargan la información aprendida durante las horas de vida, las lagrimas acumuladas en lagrimales áridos que apenas tienen tiempo para verter su contenido ...

Ve rostros de los que poco, o nada, importa el nombre... Solo observa imágenes desordenadas que poco a poco va reconstruyendo con instrucciones , basadas en los rumores ,cuchicheos, murmullos y cronologías de lo ocurrido durante el día, que le van susurrando , las quietas y amorfas , gárgolas y golems titánicos con miles de parábolas, una por cada ventana, una por cada puerta abierta, cerrada o entreabierta... Hasta las últimas luces narran elegías incomprensibles y sueños que no cumplen su función.

La ciudad sonríe porque no está sola, porque siempre le hablaran las eternas piedras, y entre los fríos y pétreos ojos que la ven, ninguno juzgara su paso temporal por el camino de los mortales.

Rasgan el oscuro manto los primeros rayos de Sol, comienzan las primeras cacofonías de civilización...

Pero aun así entre todos esos artificiales sonidos puedo distinguir un ligero y casi inaudible murmullo...algo que parecen voces y que con mucho esfuerzo trato de traducir. Lo único que creo entender, no sé si por la desproporcionada y caótica imaginación de la que se me acusa, es un réquiem que anuncia que la madrugada acaba de morir. Son las piedras que se despiden de la ciudad... hasta la próxima noche.

1 comentario:

  1. La noche tiene una magia especial que hace que todo se vuelva distinto y nos sumerja dentro de su maravilloso y cautivador misterio.

    Para mí las noches son las que me proporcionan mis únicos instantes de paz... y cuando llega la mañana con su luz... yo muero y me desvanezco junto con la oscuridad.

    Afortunadamente, como tú sabiamente dices, todos los días existe una ocasión para vestirse de noche y también todos los días llega el momento balsámico del ocaso.

    Es un privilegio y un honor poder leerte.

    Un beso lleno de afecto.

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